Giordano Raigada

Giordano Raigada Conesa nace en Glarus, Suiza, en 1966. Desde muy temprana edad establece una relación íntima con la fotografía, no como arte, sino como lenguaje familiar y memoria encarnada: una Voigtländer de óptica fija, propiedad de su padre —aficionado a la fotografía— se convierte en su primer contacto con el mundo visual. “En casa siempre había cajas con montones de fotografías y diapositivas”, recuerda. Aquella cotidianidad visual, cargada de
afecto y rito doméstico, se alinea con lo que Pierre Bourdieu describe en Un arte medio: la fotografía como práctica social que construye identidad, memoria y pertenencia.

Su ingreso en el mundo laboral acontece por azar —o destino técnico— en el ámbito de la fotomecánica y la fotocomposición. Así se inicia un prolongado vínculo profesional con los procesos analógicos de la imagen: el color, la trama, la emulsión, el positivado y los haluros de plata. Curiosamente, esta inmersión técnica le aleja durante años de la práctica fotográfica pura, la del disparo, la
mirada y el encuadre. No será hasta la irrupción de la fotografía digital —que permite prescindir de aquellos procesos mecánicos que constituían su rutina diaria— cuando regrese con intensidad a la creación fotográfica personal.


Obra

Se reconoce como un “buscador”, alguien para quien el trayecto importa tanto
como la meta. Esta inquietud vital le lleva a cursar un máster en Fotografía de Autor, tras el cual nace su personajemás icónico: Pantagruel, figura fronteriza, poética y filosófica, que se convierte en el eje de su trabajo más reciente. Esa través de Pantagruel que recibe nuevos reconocimientos, y con ellos, un nuevo adjetivo: “artista”. Pero este nombramiento abre nuevas preguntas: ¿Son arte mis fotografías? ¿Soy yo un artista?.

Aficionado a la filosofía, Giordano decide entonces cruzar la frontera entre arte y pensamiento y decide buscar en ella —la filosofía— no para obtener respuestas definitivas, sino para formular mejor sus preguntas. “¿Arte y filosofía son mundos distintos?”, se interroga, para descubrir lo intrínsecamente unidos que realmente están. En esta búsqueda descubre que autores como José Ortega y Gasset también se sorprendía de cómo el arte y la filosofía habían ido de la mano a lo largo de la historia, y con Hegel, para quien el arte es “la expresión sensible de la Idea”. En ambos encuentra un sostén intelectual a su inquietud: el arte no es solo creación, sino también concepto, forma visible del pensar.
De esta intersección nace Pantagruel y el Arjé, su trabajo más ambicioso hasta la fecha, inspirado en los
presocráticos y en la búsqueda del principio originario (arjé) de todas las cosas. Asumiendo el papel de pensador visual, Pantagruel se convierte en el vehículo de esas preguntas que no solo interpela al autor, sino también al espectador. La obra ha recibido varios reconocimientos y publicaciones, y en ella trabaja actualmente con intensidad, en aras de su próxima publicación.
A través de su indagación filosófica, Giordano toma conciencia de que el arte no es un mero ornamento de la vida, sino una dimensión esencial de la existencia humana: una forma de autoconocimiento, de resistencia y de construcción de sentido en la contemporaneidad.