Antonio Monereo, Martínez Bueno, Xavier Velázquez
Hasta el 25 de octubre, 2025.
Antonio Monereo | Solo un rato
Una luz tenue entra por las rendijas de la persiana. Se cuela con un soplo de aire fresco. Huele a limpio. A joven. A nuevo. Las sábanas blancas reflejan tonos desaturados pastel y mantienen la humedad del sudor. impregnado de la noche pasada. Un rayo de sol acaricia la piel, seca y salada, algo pegajosa; la calienta. Las telas de poliéster y algodón rozan un cuerpo semidesnudo. Frotan el vello al deslizarse. Los rizos del cabello siguen levemente mojados. Se oye el goteo del lavabo frío así como resbala agua desde el cuello hasta la espalda.
Existe una delicadeza que recorre cada estancia. Inunda y enjabona cada escena. Está en cada quietud y movimiento. Cada sonido y silencio. Cada detalle y síntesis. Cada trazo y pincelada. Lo que sucede después de que suceda algo, lo que pasa antes de que pase nada. Ese lugar liminal, esa extrañeza. Esa nube incómoda pero acaramelada. Esa bruma que abraza, y a la vez, atrapa. La obra de Antonio nos zambulle en la piscina de todo aquello. También huele a limpio, a joven, a nuevo.
Monereo tiene 24 años y la pintura es su lengua materna. Nacido en Madrid, dibujante desde siempre, graduado en Bellas Artes e Historia del Arte y el copista más joven del Museo del Prado, la creación forma parte de su cotidianeidad de un modo tan orgánico como si de una de sus funciones vitales se tratara. Sus narrativas, lejos de responder o concluir, lo complementan y acompañan.
Solo un rato presenta un grupo de piezas que, como sus personajes, aun formando un conjunto, se sostienen también de modo individual y aislado. La misteriosa sutileza y la tierna fragilidad que desprenden su gesto, ondulaciones, fundidos, colores, líneas y manchas no son fortuitas.
Con inspiración en la historia y filosofía, la cultura clásica, el realismo mágico o la religión cristiana, así como en el presente más contemporáneo, la era digital o la cultura del porno, el joven artista repiensa, a través de la plástica, en el espectro que oscila entre la compañía y la soledad, o más bien, en ese punto exacto donde ambas, se entrelazan.
Bajo la paradoja de “una ciudad de estilitas”, plantea ese abismo que hay entre uno mismo y el otro, incluso cuando ambos se encuentran al lado, a muy poca distancia.
Blanca Sánchez- Cano J
Martínez Bueno
Un alemán no haría fotos a una cama deshecha.
Nací en la ciudad de Melilla en el 77. Desde niño, las cámaras de mi padre fueron mis juguetes favoritos. Se podría decir que soy fotógrafo de nacimiento.
Tras abandonar los estudios de Biblioteconomía, decidí dedicarme plenamente a la fotografía, explorando la técnica y sus fundamentos.
En ese camino descubrí el Objetivismo Alemán y la Escuela de Düsseldorf, que me enseñaron a entender la fotografía desde una nueva perspectiva con ese enfoque distante, frontal y seriado. Sin embargo, mi obra, se aparta conceptualmente de la frialdad germánica. En ella, conviven la técnica con lo surreal y la composición con la emoción. Trabajo desde una perspectiva mediterránea, dónde lo cotidiano se transforma en símbolo.
Mi fotografía es frontal y directa, pero cargada de significado. No busco la perfección, sino la belleza que habita en lo imperfecto.
Xavier Velázquez | Los sueños se olvidan antes del alba
Las imágenes de la exposición Los sueños se olvidan antes del alba, tratan de la verdad, del paso del tiempo, de las sombras que evolucionan, de capturar la esencia de un sueño antes de que el mundo vuelva a cambiar. Estas obras son momentos fugases y ya olvidados, en ese vacío que nada puede llenar. A medida que todos estos interrogantes nos atraviesan, nos encontramos física y emocionalmente, transformados, y conmovidos por los recuerdos.