JAUME LLORENS, MARIX FURIÓ, ELENA RODICIO, PAULA ARANOA, DARÍO HÉRGER
HASTA EL 12 DE ABRIL
JAUME LLORENS
Gaia
Esta serie toma su nombre de la hipótesis de James Lovelock y Lynn Margulis, que describe la Tierra como un solo superorganismo en el que los seres vivos y el resto del planeta establecen un equilibrio autorregulado que asegura la supervivencia del conjunto.
En esta obra, se forman dípticos al yuxtaponer dos fotografías de escenas naturales de mi entorno local.
Las imágenes se combinan para crear una tercera imagen que fusiona las dos en un conjunto armónico, trascendiendo la simple suma de sus partes, como lo describe Ralph Gibson con sus «sobretinas visuales».
Esta simple yuxtaposición puede crear nuevas realidades equilibradas, a veces surrealistas o oníricas.
Las imágenes apuntan a recordarnos la necesidad de reestablecer la conexión con la naturaleza, descuidada durante demasiado tiempo, y a sentirnos parte responsable de este maravilloso mecanismo una vez más para asegurar la supervivencia de nuestro planeta.
MARIX FURIÓ – ELENA RODICIO
Poemas transitorios
Comisaria: Ginebra Hormaechea
En Poemas Transitorios, se presentan los trabajos de la artista plástica Marix Furió junto a la fotógrafa Elena Rodicio. Juntas exploran la corporalidad, las consecuencias de la costumbre y sus afecciones al cuerpo como materia del alma.
Tanto la contraposición de técnica como el color de la pintura frente al blanco y negro de la fotografía, establece un diálogo sobre las disitintas expresiones emocionales de la mente creativa.
A través de la pintura Marix Furió muestra su realidad desde la invisibilidad de la mente, buscando materializar los ritos emocionales que se generan en la sociedad actual. Una exploración frenética trascendiendo el límite emocional.
Elena Rodicio, explora la tradición y esencia del ser humano. Retratando de manera documental situaciones íntimas que conforman la vida rural y su riqueza cultural. Más allá de lo físico, Rodicio busca confrontar y alabar.
Poemas Transitorios busca ahondar en las tradiciones de esa España vaciada, o más bien olvidada, como punto geográfico y sentimental.
PAULA ARANOA
Entretejidas
Sucedió así. Esa mañana habíamos estado tomando fotos, cuando ella, la modelo, se sentó en una silla y, dejando caer su cabeza sobre el respaldo, dejó al descubierto su espalda desnuda que asomaba a través del vestido entreabierto. La imagen me conmovió. Y, como un flashback, vinieron a mi mente los inmensos helechos que había fotografiado años atrás en un viaje a Guatemala.
Aquel día diluviaba, y mientras corría buscando refugio, de pronto las vi, empapadas en un patio a cielo abierto. Donde había helechos, yo vi espaldas. Cientos de espaldas, que desplegaban sus cuerpos vulnerables como un escenario para las miles de gotas que, vanidosas, querían brillar. Me conmovieron las espaldas cansadas que pasaban desapercibidas, cuando sin ellas las gotas no hubieran podido brillar. Quise darles el protagonismo que se merecían y con mi cámara las saqué del anonimato.
A partir de este primer díptico, que vino a mi encuentro azarosamente, comencé a ver en algunos rasgos de la naturaleza mi propia feminidad. Encontré vínculos que nos entretejen. Una preferencia por el vestir sencillo, la mínima expresión del adorno, por lo dicho en voz baja y las texturas que lentifican la mirada. Me conmueve encontrar un coraje compartido: el atrevimiento de mostrarnos vulnerables.
Creo que, de alguna manera misteriosa, fuimos creados bajo las leyes de la vulnerabilidad, convirtiéndonos todos en seres necesitados y necesarios a la vez. Y esa necesidad intrínseca que nos constituye es la que nos impulsa a salir del aislamiento para ir al encuentro. Y que en el encuentro se gesta el despliegue. Maravillosa necesidad. ¿Qué seríamos sin ella?.
DARÍO HÉRGUER
El pulso del vacío
La pintura de Darío Hérguer se despliega como un territorio donde el origen y el fin se encuentran en un pulso continuo que genera un espacio de exploración radical. En cada obra,materia y espíritu dialogan a través de un temblor que recorre la superficie, como si el lienzo fuera el umbral de una energía en transformación. Su pintura no representa, no responde a la presión formal del mundo, más bien sostiene el ritmo de la danza silenciosa entre lo oculto y lo presente.
En sus lienzos, el vacío deja de ser una esquina de la nada para convertirse en la promesa de un campo de posibilidades donde lo inasible toma cuerpo. Su obra es, simultáneamente, un instrumento de búsqueda y una forma de expresión desde los que Hérguer explora la pintura por el camino del máximo purismo —formal y cromático— con un lenguaje pictórico desprovisto de todo lo accesorio. Lo esencial puede ser así comunicado mediante formas que cortan la náusea del ojo atragantado por el incesante caudal de imágenes. Se trata, por tanto, de una obra que huye de la lógica visual de los tiempos modernos y que crea relaciones de superficie donde las formas no rendidas ante la significación encuentran nuevos espacios por los que deslizarse.
La obra de Hérguer es, a la vez, memoria y proyección. Vuelve a lo esencial —la luz, la tierra, el color— como quien retorna a un origen profundo, pero también apunta hacia lo desconocido. Cada pieza es una llamada silenciosa a habitar un territorio en cambio, a sentir el ritmo de una transformación incesante. En ese tránsito, la pintura se vuelve experiencia, una pulsación que recoge la fragilidad y la fuerza de lo que está en constante devenir. En este juego entre vacío y presencia, entre lo ausente y lo tangible, se despliega una poética del desarraigo. Las formas se desdibujan y recomponen, sugiriendo tanto el desgaste como el renacer; la herida.